Epifanio Huidobro era un exagerado. Por eso, cuando asumió como DT del Club Central Juegos y Apuestas y anunció que ampliaría el estadio hasta que pareciera el Aconcagua nadie le creyó. Pero Huidobro, que estaba un poco loco pero no era tonto, sabía que su proyecto le llevaría tiempo y esfuerzo y estaba dispuesto a permanecer por siglos en su cargo, si hacía falta.
Comenzó poniendo en venta a todo el plantel y contratando jugadores amateur, para conseguir fondos para comenzar las obras: así logró levantar el estadio unos quince metros y la capacidad alcanzaba las cincuenta mil localidades. Pero el dinero se terminó y Huidobro no estaba conforme. El equipo andaba bastante bien y marchaba entre los cinco primeros puestos, con posibilidades de ascender. Pero a Huidobro solo le interesaban las obras de ampliación, por lo que pensó que, mientras se mantuvieran lejos de la zona de descenso, no tendrían problemas. Así fue que suspendió los entrenamientos y puso a todo el plantel a pegar ladrillos. Y cuando necesitó materiales de construcción empezó a aceptar sobornos por perder partidos contra los que peleaban por la punta: vigas, cemento, vidrios, ladrillos, cal, arena… El estadio crecía y crecía. Ya podía albergar a más de cien mil personas, aunque nunca asistían más de dos mil.
Cuando el equipo empezó a bajar en la tabla y se aproximaban a la zona negra nuevamente se detuvieron las obras para que los jugadores volvieran a entrenar. Y como ya no aceptaban sobornos porque necesitaban los puntos, entonces el DT pensó en subir los precios de las entradas y aumentar el valor de las cuotas sociales. Esto no le cayó bien a la gente, pero por un tiempo se pudo recaudar lo suficiente como para seguir construyendo. El estadio ya medía más de cien metros de altura y entraban cerca de doscientas mil personas sentadas, pero con los aumentos de los precios la gente dejó de asistir a los partidos y los socios se empezaron a borrar.
Huidobro estaba cegado por la codicia y así pidió varios préstamos pagaderos a diez años. Además tuvo la suerte de sacar un par de jugadores buenos, que fueron transferidos por cifras millonarias, con lo que canceló algunos de los compromisos, pero para obtener fondos para pagar el resto se le ocurrió concesionar el estacionamiento y los baños. Así logró continuar su carrera desenfrenada hacia el cielo, alcanzando la marca de los doscientos cincuenta metros de altura y los cuatrocientos mil espectadores.
Podrá Epifanio Huidobro alcanzar su objetivo y la gloria al mismo tiempo?
(Fin de la parte 1)
(Ver parte 2)