miércoles, 28 de junio de 2017

UN MANAGER EXAGERADO (parte 1)

(Parte 1)

Epifanio Huidobro era un exagerado. Por eso, cuando asumió como DT del Club Central Juegos y Apuestas y anunció que ampliaría el estadio hasta que pareciera el Aconcagua nadie le creyó. Pero Huidobro, que estaba un poco loco pero no era tonto, sabía que su proyecto le llevaría tiempo y esfuerzo y estaba dispuesto a permanecer por siglos en su cargo, si hacía falta.

Comenzó poniendo en venta a todo el plantel y contratando jugadores amateur, para conseguir fondos para comenzar las obras: así logró levantar el estadio unos quince metros y la capacidad alcanzaba las cincuenta mil localidades. Pero el dinero se terminó y Huidobro no estaba conforme. El equipo andaba bastante bien y marchaba entre los cinco primeros puestos, con posibilidades de ascender. Pero a Huidobro solo le interesaban las obras de ampliación, por lo que pensó que, mientras se mantuvieran lejos de la zona de descenso, no tendrían problemas. Así fue que suspendió los entrenamientos y puso a todo el plantel a pegar ladrillos. Y cuando necesitó materiales de construcción empezó a aceptar sobornos por perder partidos contra los que peleaban por la punta: vigas, cemento, vidrios, ladrillos, cal, arena… El estadio crecía y crecía. Ya podía albergar a más de cien mil personas, aunque nunca asistían más de dos mil.

Cuando el equipo empezó a bajar en la tabla y se aproximaban a la zona negra nuevamente se detuvieron las obras para que los jugadores volvieran a entrenar. Y como ya no aceptaban sobornos porque necesitaban los puntos, entonces el DT pensó en subir los precios de las entradas y aumentar el valor de las cuotas sociales. Esto no le cayó bien a la gente, pero por un tiempo se pudo recaudar lo suficiente como para seguir construyendo. El estadio ya medía más de cien metros de altura y entraban cerca de doscientas mil personas sentadas, pero con los aumentos de los precios la gente dejó de asistir a los partidos y los socios se empezaron a borrar.

Huidobro estaba cegado por la codicia y así pidió varios préstamos pagaderos a diez años. Además tuvo la suerte de sacar un par de jugadores buenos, que fueron transferidos por cifras millonarias, con lo que canceló algunos de los compromisos, pero para obtener fondos para pagar el resto se le ocurrió concesionar el estacionamiento y los baños. Así logró continuar su carrera desenfrenada hacia el cielo, alcanzando la marca de los doscientos cincuenta metros de altura y los cuatrocientos mil espectadores.

Podrá Epifanio Huidobro alcanzar su objetivo y la gloria al mismo tiempo?

(Fin de la parte 1)

(Ver parte 2)

sábado, 24 de junio de 2017

DESCONCENTRADOS (parte 2)

(parte 2)

En cuanto el plantel volvió a materializarse en X8N, notaron que faltaba el lateral izquierdo, Predrag Slotevic, un yugoslavo de diecisiete años que era la esperanza del Río Seco. ¡Se había perdido en algún lugar del espacio, tal vez en otra dimensión!

Cuando fueron a quejarse a la oficina de teletransportación les dijeron que ellos no podían hacer nada, que no era su responsabilidad y que hablaran con el representante local de la compañía de transportes. Luego se enteraron que no existía tal representante local…

Llegó el momento del partido y el plantel estaba muy desconcentrado: todos pensaban en el viaje de regreso y que tal vez algún otro jugador podría perderse por el camino. Estaban muy nerviosos y no quisieron entrenar, así que el técnico tuvo que armar el equipo con los que estaban mejor anímicamente.

El partido fue algo atípico. Por un lado, era cierto que los equisochoenenses se agrandaban de locales; por el otro, los argentinos estaban en otro planeta (¡!). El resultado fue un muy justificado 132 a cero. La humillación intergaláctica había sido televisada en directo y los socios del Río Seco rompían sus carnets por millares. El desastre económico produciría la quiebra del club después de un largo proceso judicial que duraría once años.

El viaje de regreso transcurrió con toda normalidad. Cuando desembarcaron en la Base Espacial Cabo Cañaveral se encontraron a Predrag Slotevic en la sala de espera, con cara de desilusión.

-¡Se olvidaron de mí! –dijo el yugoslavo.

 Y todos se le abalanzaron para pegarle. 

(Final de "Desconcentrados")

(ver parte 1)

martes, 20 de junio de 2017

DESCONCENTRADOS (parte 1)

(Parte 1)

En el año 2357 se disputó la quinta edición de la final de la Copa Intergaláctica. El equipo del Social Río Seco había adquirido el derecho de disputarla al derrotar al poderoso Inter de Milán en la final Intercontinental, por un marcador de 4 a 2. Pero el fútbol del Río Seco atravesaba una difícil situación económica: después de veintiocho años de gestión, el manager Ludovico Píccoli empezaba a dar muestras de cansancio y los números ya no le cerraban. Se anunciaban dramáticos recortes presupuestarios y el plantel estaba intranquilo. A pesar de todo, la primera final se jugó en el estadio Potrero Poceado. Se rumoreaba que si el Río Seco perdía de local no se presentaría a jugar la revancha para no gastar en viajes hasta la no muy cercana galaxia X8N, donde estaba el estadio del Rndlnulvgu FC.

El partido de ida se desarrolló normalmente. Los rivales exhibían buen juego, pero demostraban un grado tal de inocencia que muy pronto el resultado ya estaba sellado. El marcador final fue 8 a 1. Este abultado resultado, a pesar de que se decía que los equisochoenenses se agrandaban de locales, mas la suma que recibiría el campeón intergaláctico (unos 618 millones de dólares) terminaron decidiendo a la Comisión Directiva a emprender el desafío de alquilar un cohete espacial, con el gasto que eso significa, para poder disputar la revancha. 

Para conseguir fondos firmaron un contrato exclusivo de televisación con Canal 13 para Argentina y con ESPN para el resto del mundo. El dinero que faltaba lo recaudaron con la fabricación y venta de bufandas y gorritos con el escudo del club. Así es que fueron hasta Estados Unidos y contrataron un transbordador espacial. 

Partieron de la Base Espacial Cabo Cañaveral una tarde lluviosa. El transbordador no era muy bueno: por la plata que tenían les alquilaron un servicio de una estrella, sin aire acondicionado, que se parecía mucho a la nave de Flash Gordon en su versión original de principios de 1900. Se sacudía mucho y entraba viento por varios agujeros en el fuselaje. Uno de los motores dejaba de funcionar de a ratos y las azafatas eran muy feas.

A duras penas lograron llegar hasta Marte, donde el transbordador hacía su primera parada. Comenzó a subir gente y a ocupar los asientos vacíos. El manager Píccoli fuese a quejar a los pilotos, pero éstos le respondieron que recibirían un servicio acorde al precio que habían pagado. ¡Ouch!

Hizo otras paradas en Saturno y Neptuno, y en Plutón hubo que hacer trasbordo: para que el viaje no fuese tan largo había que usar los teletransportadores que habían sido instalados en aquel planeta. Y para ahorrar costos debían entrar tres jugadores por cada transportador, lo cual resultaba bastante incómodo.

¿Lograrán nuestros héroes conseguir el histórico resultado y consagrarse campeones intergalácticos? ¿Lograrán, al menos, completar sanos y salvos la teletransportación hasta la galaxia X8N?

(Fin de la parte 1)

(Ver parte 2)

PRESENTACIÓN

Mi nombre es Fernando y soy músico y escritor. También me gusta el fútbol, como a casi todos los argentinos. Hace algunos años me juntaba con mi amigo Hugo -a veces se sumaba Lucas- a jugar al PCFútbol, un juego de computadora del tipo conocido como manager en el cual el jugador se encarga de dirigir un club de fútbol, tanto en su aspecto deportivo como en el económico y, de esa época, surgió una colección de cuentos en el que intenté reflejar, apelando al ridículo, algunos aspectos de ese personaje que debe encarnar el jugador:
una mezcla entre gerente, comerciante y entrenador.

La colección, titulada Relatos desde el banquillo, está formada por siete relatos cortos y en este blog los voy a publicar por partes con una periodicidad desconocida, aunque mi intención es hacer una publicación por semana. Espero que disfruten leerlos, tanto como yo disfruté escribirlos.

Fernando Bechara