domingo, 20 de agosto de 2017

COSAS DEL DESTINO (parte 2)

(Parte 2)

El sábado, Cándido Palazzo les dio la mañana libre a sus jugadores, pero a las dos de la tarde todos debían estar en el club para quedar concentrados. La mayoría de ellos pasaron la tarde jugando al metegol y al truco. Luego cenaron y se acostaron temprano para acortar la espera. El domingo fue el día decisivo. El partido se jugaba en cancha neutral, pero como quedaba cerca del barrio del Deportivo Noche Oscura mucha gente se había llegado al estadio para alentar al equipo dirigido por Palazzo. Si lograban ganar obtendrían la posibilidad de jugar en el Torneo Regional, paso previo al Argentino y de ahí al Nacional B. Por eso eran muy comprensibles los nervios del técnico, quien no podía creer que un equipo dirigido por él estuviese jugando por algo.

Pero, como la fatalidad es amiga de quienes la llaman, decidió visitar al pobre Cándido Palazzo. Y es que, luego de levantarse bastante tarde, el juvenil estrella Aranguren ingresó al baño y no se lo volvió a ver. El técnico no hizo nada por averiguar qué sucedía porque no quería ser alarmista, pero lo cierto es que el Máquina no almorzó con el resto del plantel.

Cuando faltaban quince minutos para el comienzo del partido, Palazzo en persona ingresó al baño para buscar a Aranguren, quien se encontraba sentado en el piso, en un rincón, llorando a moco tendido: el joven se había despertado con un terrible ataque de acné y se negaba rotundamente a salir así a la cancha, frente a sus fanáticas.

Por más que intentó Cándido Palazzo, no pudo convencer al Máquina Aranguren, que cada vez lloraba más torrencialmente. Por fin se  le hacía la noche oscura al técnico, porque no pudo soportar los designios del destino y no supo responder a las necesidades del equipo, que hacía agua en la cancha. El Unidos Venceremos Fobal Club ganó por uno a cero y ascendió, con un gol digno de ser contado en otra historia, y la esperanza del Deportivo Noche Oscura de subir de categoría se vio postergada un año más. Pero esa fue la única oportunidad que tuvo don Cándido Palazzo de salir de la mediocridad.

Algunos memoriosos recuerdan a Cándido Palazzo como a un técnico sin suerte. Otros, en cambio, aseguran que era un mediocre. Cosas del destino.


(Final de "Cosas del destino")

(Ver parte 1)

domingo, 13 de agosto de 2017

COSAS DEL DESTINO (parte 1)

(Parte 1)

Algunos memoriosos recuerdan a Cándido Palazzo como a un técnico sin suerte. Otros, en cambio, aseguran que era un mediocre. Nunca había peleado por obtener un campeonato y tampoco había sufrido ante la posibilidad de un descenso. No había ganado ni perdido nada: siempre en la mitad de la tabla. Sus equipos eran sólo para rellenar. Salvo aquella vez que dirigió al Club Deportivo Noche Oscura.

El Deportivo Noche Oscura estaba peleando para llegar a la final de la Copa de Oro Venado Rengo, de aquella ciudad del interior, y para lograrlo enfrentaba en semifinales al Club Social de Ajedrez y Pesca. El técnico del “Aje” –como lo llamaban los hinchas- había dispuesto marcas hombre a hombre sobre los más hábiles rivales: Tito Troncoso, Beto Fierro y el Máquina Aranguren, un juvenil de 16 años que medía 1,98 mts. y pesaba más de cien kilos, pero tenía una gambeta incontrolable, incluso para él.

Cuando terminó el partido con victoria por 2 a 0 y clasificación a la final para el Deportivo Noche Oscura, Cándido Palazzo no lo podía creer. “¡Esta vez se te da, Palazzo!”, le dijo un amigo. Solo restaba derrotar al Unidos Venceremos Fobal Club el domingo próximo, en cancha neutral. 

Pero la pesadilla no tardaría en comenzar: durante el entrenamiento del miércoles, cuando se internaba en el área y apuntaba para disparar al arco, Beto Fierro cayó como fulminado por un rayo. Inmediatamente corrieron a auxiliarlo pero era inútil, Fierro se había fracturado el tobillo al introducir su pie en un hormiguero de considerables dimensiones que el cuidador de la cancha no había detectado. El pobre delantero fue trasladado al Hospital Regional de Obtusos, donde le informaron que no podría volver a jugar al fútbol por unos cuantos años. La noticia no afectó el humor de Cándido Palazzo, quien se negaba a pensar que otra vez la suerte le pasaría de largo.

Pero el jueves, el Destino le daría un nuevo mazazo en la nuca. Tito Troncoso habíase escapado de la concentración para festejar el cumpleaños de una amiga. Habían bebido mucho y luego recorrieron las calles de la ciudad en el auto de ella, a alta velocidad, culminando la loca carrera contra un patrullero. Troncoso pasó la noche en la comisaría y el Juez dictaminó que pasaría los próximos tres meses en la cárcel, lo cual lo marginaba automáticamente de la final. Ahora las cosas empezaban a complicarse. Ese día, Palazzo dio por finalizado el entrenamiento bastante temprano. Eran dos bajas importantes, pero no se dejaría vencer por los contratiempos. 

El viernes fue un día muy promisorio, pues el técnico encontró un planteo táctico muy novedoso con el que ya no necesitaba ni a Fierro ni a Troncoso, aunque ahora la mayor parte del éxito dependía del juvenil Aranguren. Y si de éxito se trata, nadie como Aranguren para hacer suspirar a las muchachas del pueblo, que acudían por miles a presenciar los entrenamientos del Deportivo Noche Oscura para ver al Máquina acomodarse su enrulada cabellera luego de cada cabezazo, de cada pique, de cada pase… Las chicas, agolpadas contra el alambrado, le gritaban cosas obscenas y groseras de tal calibre que ni los operarios de la metalúrgica local se atrevían a usar. Lejos de molestarse, Aranguren alimentaba su ego, aunque era muy custodiado por su madre quien no lo dejaba ni a sol ni a sombra.


¿Será esta la oportunidad de Palazzo para redimirse? ¿Podrá el joven Aranguren cargarse el equipo al hombro para obtener el ascenso? 

(Fin de la parte 1)

sábado, 5 de agosto de 2017

UNA ARDUA TAREA (parte 2)

(Parte 2)

Pero la esperanza fue exterminada, cual cucaracha pisoteada, desde el primer entrenamiento. Estaba muy claro que Somalia no conseguiría ningún logro futbolístico. 

Y ahora estaban en la cancha, los once titulares (los suplentes eran igual de malos, pero alguien tenía que ser titular), jugando contra Omán. Éstos eran tan malos como los africanos y fue por eso que Apparente insistió para jugar contra ellos. El partido era muy pobre, jugado a puro pelotazo hacia la tribuna. Si el técnico hubiese prestado atención habría descubierto en las tribunas a más de un arquero mejor que el que defendía los colores de la selección, pero estaba preocupado por lo que veía en la cancha. Con el correr de los minutos se hacía evidente que iba a ser necesario un milagro para que el partido no terminara sin goles, porque aunque los errores defensivos eran muchos y muy gruesos, los delanteros parecían tener puestos lo botines al revés. Es decir, con los tapones para arriba.

En las tribunas, la gente coreaba: “En-glen-gue, En-glen-gue” y por un instante Hermético Apparente dejó de ver el partido y pudo escuchar al público. Muy intrigado, le consultó a su ayudante de campo qué era lo que la hinchada decía. 

–Piden a Englengue, jefe –respondió.

Pero justo el árbitro cobró un penal a favor de Omán y entonces Apparente volvió a concentrarse en el partido: el número nueve de Omán era retirado en camilla con una fractura expuesta de tibia y peroné. Pero ni siquiera de penal podían convertir.

El partido terminaba, sin goles, pero la gente igual cantaba. Aún coreaban “En-glen-gue, En-glen-gue” y entonces Apparente le preguntó a su asistente quién era Englengue. 

–Fue la figura de la selección en la última Copa de África –le refirió el ayudante.

–Y, ¿cómo puede ser que yo no lo haya visto jugar? –se indignó eltécnico.

–Porque tiene 68 años y juega en un club de barrio.

Ante la sorpresa de Apparente, un viejito con bastón se acercó al banco de suplentes: era Englengue. Tenía puesta la camiseta azul celeste de la selección y quería jugar. El técnico no lo podía creer, pero lo hizo entrar.

La tribuna estalló de alegría cuando el anciano del bastón se estacionó en el área rival, con tanta suerte que un centro fue a rebotar en su cabeza y terminó en gol. Luego lo llevaron en andas. El partido no había terminado, pero a nadie le importó: todos se fueron a festejar, incluso los jugadores.

Al día siguiente, bien temprano, Hermético Apparente renunció.


(Final de "Una ardua tarea")

(Ver Parte 1)