(relator) “Gracias, estudios centrales. Djorkaeff la toca a la izquierda para Overmars, encara y pasa entre Zanetti y De Boer, va a entrar al área, tira el centro, ¡la para con el pecho Kluivert! ¡Va a tirar! Sale Barthez… la pelota le queda a Keane. ¡Gooooolllll! ¡Gooooolllll! ¡Gooollll del Astoooonnnn! ¡Roy Keane abre el marcador!” (entra Villaton) “Se prepara un cambio en el Resto del Universo” (relator) “¿Quién está en el banco? ¿Entrará Vieri? ¿Mijatovic?” (Villaton) “No, va a entrar Rvgy Azdkīē. Según el técnico del Resto del Universo, puede jugar en cualquier posición. Es ambidiestro, también ataja. Tiene doce años y es la estrella del Đpldt Kċµþ y la nueva promesa del fútbol jupiteriano…” (relator) “¿Me repetis el nombre? Bueno, no importa. La tiene Rivaldo. Se la pasa a Raúl. ¿Quién va a salir?” (Villaton) “Sale Matthäus” (comentarista) “Interesante variante. Saca un defensor. Seguramente este muchacho de Júpiter debe ser delantero. ¿Es cierto que por eso se llama Resto del Universo?” (locutor comercial) “El verdadero placer de manejar…” (interrumpe el relator) “Ya se hizo el cambio. La tiene Ehiogu, cerca del área. Pelotazo largo para el pique de Taylor: encara a Maldini. Se frena, lo elude y va hasta el fondo. ¡Tira el centro, manotea el arquero, le cae a Overmars! ¡Se la pasa a Kluivert, dentro del área! ¡Va a tirar! ¡Peligro de gol! ¡Elude al arquero! ¡Canto gol, canto gol! Eh, ¿qué pasa? ¿Qué pasa?”
En ese momento, el jugador jupiteriano –flaquito, medio verduzco, viscoso, con un solo ojo en el medio de una larga antena, tres dedos en cada mano, una cierta fosforescencia en la piel– extendió un dedo y de él salió un rayo que atravesó el tórax de Kluivert cuando éste disparaba al arco. El árbitro inmediatamente cobró penal y decretó la expulsión del jupiteriano, quien volvió a extender su dedo y evaporó la tarjeta roja que esgrimía el colegiado. Luego el rayo descendió sobre el hombre de negro y lo hizo desaparecer. A continuación eliminó a los otros jugadores. Y los arcos. La tribuna seguía cantando “…aunque ganes o pierdas yo te sigo a todas partes…”. También fueron exterminados. Con el camino totalmente libre, el jupiteriano tomó el baló y huyó haciendo jueguito.
Los radioescuchas sólo recibían estática. Aún flotaban en el aire las últimas palabras del relator: “¿Qué pasa?”.
Dicen que el jupiteriano odiaba ir al banco.
(Fin de "El partido del siglo")
(ver parte 1)
(ver parte 2)