El doce de diciembre fue el mejor día de su vida. Ese día, ese año, a Remigio Izquierdo se le venció el contrato que lo ligaba al Club Atlético Boulogne y entonces quedaba en libertad para firmar un nuevo contrato, por tres años, para hacerse cargo como manager del Manchester United. La felicidad le rebalsaba de la cara: se le caía por los ojos, por la boca, por la nariz… A la mañana estaba en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y aterrizó en el atardecer inglés. Allí lo esperaba un secretario de la Comisión de Fútbol del United, quien lo condujo hasta el club. Cuando Remigio Izquierdo estuvo frente al estadio Old Trafford creyó morir, pero pudo recuperarse. El trámite fue muy rápido: firma del contrato y rueda de prensa. Luego lo llevaron al hotel y le dijeron que a las nueve de la mañana lo presentarían al plantel. Como era de imaginar, al pobre Izquierdo le costó mucho dormirse. Aunque ya estaba todo arreglado de palabra desde hacía meses, los directivos del Atlético Boulogne seguían presionando y haciéndole la vida imposible hasta el último día de contrato. Como aquella vez que le negaron un sándwich de mortadela en la confitería del club, o el día que le sacaron el papel higiénico del baño.
A las seis ya estaba despierto, ansioso y temblando. Nunca había fumado, pero en ese momento podría haberlo hecho. En solo tres horas iba a estar, frente a frente, con el plantel del Manchester United: Giggs, Beckham, Keane, Sheringham, Cole, Scholes… y ellos tendrían que obedecerlo. A las nueve menos cuarto estaba en el estadio. “¡Llega temprano!”, le dijo un asistente, y continuó: “¿Ansioso?”. Remigio Izquierdo contestó alzando levemente los hombros y le pidió que lo guiara a la cancha auxiliar. Allí ya estaban los jugadores, haciendo trabajos físicos. Al pobre Izquierdo, al verlos, le dio un terrible dolor en el estómago y tuvo que preguntar dónde quedaban los baños. Una vez allí, mas tranquilo, pensó: “Remigio, sos un cobarde. ¿Acaso no es suficiente experiencia veintiún años dirigiendo la primera del Atlético Boulogne? ¿Acaso no es suficiente muestra de confianza el contrato que ayer mismo firmaste? Remigio, sos un cobarde”.
Ya restablecido –y hasta fortalecido– por sus propias palabras, volvió sus pasos nuevamente hacia la cancha auxiliar. A mitad de camino se encontró con el presidente del club, quien lo felicitó nuevamente por la firma del contrato y lo invitó a su oficina a celebrar con un whisky.
–Pero, señor… –titubeó Izquierdo –, tengo que irme, me van a presentar ante el plantel.
–No se preocupe, don Remigio –le contestó el alto directivo –, venga a hacer un brindis conmigo, es una orden.
Y allá fueron.
¿Cómo recibirán los jugadores a su nuevo "Mister"? ¿Le harán la vida imposible? ¿Podrá don Remigio soportar una nueva ola de cólicos?
(Fin de la parte 1)
(Ver parte 2)
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